La conexión entre alimentación y salud emocional
Muchas veces buscamos soluciones para sentirnos mejor emocionalmente en el exterior: en terapias, en cambios de rutina, incluso en suplementos o medicamentos. Pero olvidamos mirar algo fundamental: lo que ponemos cada día en nuestro plato. La alimentación es una herramienta poderosa de autocuidado emocional, sobre todo cuando estamos atravesando desequilibrios hormonales, ansiedad, estrés o cambios vitales importantes.
¿Cómo influye la comida en nuestras emociones?
- Niveles de azúcar inestables: una dieta alta en azúcares y harinas refinadas genera picos y caídas bruscas de glucosa, lo que impacta directamente en el estado de ánimo y la energía. Es frecuente sentir irritabilidad, cansancio o tristeza después de una subida repentina de glucosa.
- Inflamación crónica: los alimentos ultraprocesados, con aditivos y grasas trans, favorecen un entorno inflamatorio que afecta al sistema nervioso central y a la producción de neurotransmisores como la serotonina.
- Deficiencias nutricionales: cuando la dieta no es variada ni equilibrada, pueden aparecer déficits de nutrientes clave como las vitaminas del grupo B, el magnesio, el hierro o el omega-3, todos relacionados con síntomas de depresión o ansiedad.

Alimentos que ayudan a regular el estado de ánimo
- Verduras de hoja verde: como espinaca, acelga o rúcula. Son ricas en folato y magnesio, que favorecen el buen funcionamiento del sistema nervioso.
- Legumbres: como lentejas y garbanzos. Aportan triptófano, precursor de la serotonina y melatonina.
- Frutas ricas en antioxidantes: como los arándanos o la granada, que protegen al cerebro del daño oxidativo (y en veranito, con el Sol, a la piel).
- Grasas saludables: aguacate, aceite de oliva virgen extra, frutos secos… Ayudan en la síntesis de hormonas sexuales y neurotransmisores.
- Alimentos fermentados: la salud intestinal está estrechamente relacionada con la salud emocional.
Consejos prácticos para una alimentación emocionalmente equilibrada
- Evita comer bajo estrés o con prisa.
- Escucha tus señales de hambre y saciedad.
- Incluye una buena fuente de proteína en cada comida.
- Bebe suficiente agua durante el día.
- No te castigues por comer algo puntual: la alimentación emocional también se regula con flexibilidad y disfrute.
Comer bien es una forma de cuidarte por dentro y por fuera. No se trata solo de nutrientes, sino también de cómo vives tu relación con la comida. Date permiso para sentir, y para nutrirte en todos los sentidos.
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